Todos sabemos que la mayoría de las veces para recordar a alguién no necesitas ir al lugar donde está enterrado.
Otras veces simplemente te encuentras allí y entonces rememoras muchas cosas, como fueron aquellas excursiones a la montaña que hicimos juntos por la Sierra de la Demanda, en La Rioja, alrededores de Ezcaray, que es precisamente donde descansan sus cenizas.
Aprendí de el, Joaquín, muchas cosas, que transmitiré lo mejor que pueda a mis hijos (sus nietos) como por ejemplo que siempre que vayas a la montaña tienes que llevar algo de fruta, galletas y chocolate. Por supuesto también una cantimplora.
De la importancia de un buen calzado. De evitar los rios y mojarse los calcetines.
También que ir al monte es muchas veces una excusa perfecta para conocer a una persona, para ir charlando amigablemente mientras pasas por aldeas abandonadas, intentando dilucidar que fué lo que les ocurrió.
Y sobre todo aprendí que el monte, la montaña, es un lugar mágico.
Gracias por todo Joaquín 😉 enseñaré a tus nietos todo aquello que me contaste. Y por cierto, ¿de qué marca eran esas galletas tan buenas?